Hace algunos días desde algún lugar de los Estados Unidos nos llegó la noticia de un niño héroe que había salvado la vida de su hermanita menor, enfrentándose a un perro que terminó atacándolo y causándole diversas mordeduras y heridas en su pequeño cuerpo. Hay que reconocer las agallas, la valentía y el coraje que puso de su parte Bridget Walker para superar esta ingrata situación. Cuando días después fue entrevistado dijo de la forma más sencilla y honesta que “si alguien debía morir debía ser yo, soy el hermano mayor”. Vive en una nación que podrá reparar sus cicatrices tanto del cuerpo como del alma.
En nuestro país a causa de la misma pandemia hay muchos niños como Bridget que se enfrentan, tal vez no a un perro, pero sí al infortunio de perder a su madre o a su padre contagiados por un virus que llegó de un lugar en Oriente y, probablemente, se quede por mucho tiempo con nosotros.
El gobierno del Sr. Vizcarra sí sabía lo que se venía y hay muchas pruebas de ello que serán usadas en su contra en un futuro juicio o una Comisión de la Verdad. Durante los primeros meses de la cuarentena impuesta ciegamente por este gobierno, muchos padres tuvieron que salir a buscar el alimento para sus hijos debido a que su único sostén es su trabajo informal en las calles de Lima y provincias del Perú. Las medidas represivas y acosadoras que usó Vizcarra y adláteres como la prensa que actúa impunemente a su favor, hicieron que muchos terminaran contagiados y al final perdieran la vida. Son más de cincuenta mil peruanos muertos por la COVID-19 y hay muchos Bridget Walkers peruanos que no podrán ver más a sus padres, que se quedarán sin poder estudiar y sus vidas, a diferencia del muchachito americano, se convertirán en una pesadilla cada día y cada noche.
Cuando la política irrumpe en temas de salud, en términos de vida o muerte y en vez de luchar contra esta última, la promociona, estamos ante una política criminal y genocida que debe ser castigada legal y moralmente. Hace treinta años atrás la locura mesiánica de dos grupos terroristas, Sendero Luminoso y el MRTA, desataron el exterminio de más de veinticinco mil víctimas inocentes. Hoy treinta años después volvemos a asistir a estas prácticas totalitarias a manos de funcionarios que fueron elegidos por el Sr. Martín Vizcarra para enfrentar a la COVID-19. Muy por el contrario, estos criminales a sabiendas que para el mes de mayo de 2020 ya había un número indeterminado de fallecidos que no aparecían muy convenientemente, en sus estadísticas, mantuvieron su secretismo y sus cifras muy por debajo de la cifra real que, a la fecha, ya suma más de cincuenta mil muertos.
Para estos Bridget Walkers peruanos no habrá Navidad, no habrá Día del Padre ni Día de la Madre sin que tengan que repetirse, una y otra vez, “si alguien debía morirse debía ser yo, no mi padre ni mi madre”. Nadie más debe morirse en Perú por temas de política cruel y abusiva. Nadie más debe morir en nombre de esta epidemia llamada vizcarrismo que solo significa la mediocridad, la bajeza moral y el despilfarro de dineros que debieron ser usados para construir escuelas, hospitales y más trabajo y, en cambio fueron a parar a los bolsillos de ineptos y corruptos amigotes del Sr. Vizcarra. El Perú no debe dejar pasar estas abominaciones como parte de nuestro paisaje cultural, político y social sin tomar la gran decisión de castigar a quienes han permitido que los Bridget peruanos queden huérfanos y sin un padre o una madre que jamás volverán a ver o abrazar.
Un Réquiem por los Bridget peruanos que esta Navidad llorarán su injusta e irreparable pérdida.