El 2020 fue un año difícil para los peruanos. La pandemia de coronavirus se expandió hacia cada rincón del mundo y se convirtió en un enemigo invisible, en especial en la ciudad imperial del Cusco. Infectarse con la nueva enfermedad era casi inevitable, salvo por el uso de implementos de bioseguridad tales como mascarillas o lentes de protección. Aun así, los contagios se dispararon y la presión recayó en hospitales y médicos, revelando un hecho que a todos llegó a impactarnos en su momento: nadie estaba preparado.
El sistema de salud en el Perú no escapa de esta afirmación. Mientras los peruanos vacacionábamos despreocupadamente esperando casi con desgano el inicio de nuestras labores, el virus ingresaba sigiloso de la mano de un turista extranjero que aún no sabía que estaba infectado. Invisible a nuestros ojos, el COVID-19 se esparció en territorio peruano y trajo consigo más que incertidumbre, ya que debido a la falta de atención médica muchos perdieron la vida.
Para poder atender a la enorme cantidad de personas enfermas en todo el territorio peruano el Gobierno Central tuvo que tomar medidas de emergencia, motivo por el cual destinó a cada Gobierno Regional un presupuesto para que pueda proveer a los pobladores de su respectivo departamento la atención médica en hospitales mejor equipados y con todas las medidas de seguridad. Este fue el caso de la región Cusco, a cuyo Gobernador se le asignó un presupuesto de S/ 206 509 072 para que pueda repartirse en los distintos niveles de gobierno y así se puedan atender e implementar las medidas y planes de contingencia adecuados para controlar el virus dentro de su territorio.
Actualmente, Cusco cuenta con una población de 1 205 527 habitantes, según el Censo Nacional realizado en el año 2017 por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Esta población se encontraría dividida en 13 provincias y 112 distritos. Según el Renipress, en la región Cusco hay 1005 establecimientos de salud de los cuales un 61% serían servicios médicos privados, 35% a cargo de la administración del gobierno regional, 2% pertenecientes a EsSalud y el último 2% a cargo del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) y el servicio de sanidad de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, en la página oficial de la Dirección Regional de Salud en Cusco figuran 12 entidades, de las cuales el 50% son hospitales y el otro 50% Redes de Servicios de Salud del SIS, las cuales están distribuidas entre los diversos distritos y provincias.
Durante el mes de abril de este año, la Defensoría del Pueblo hizo un registro de cuantas camas UCI contaban los principales centros de atención de salud en Cusco, entre los cuales se encontraban los hospitales Antonio Lorena de Cusco, el Centro de salud de Accamana y el Hospital Regional de Cusco, principales centros de atención Covid durante el 2020. A fines del mes de abril se registraron solo 12 camas de UCI y 65 camas de cuidados intermedios, moderados y leves de casos de COVID-19, así como 17 camas para el aislamiento de posibles infectados. No obstante, para el mes de junio en una segunda revisión de la Defensoría del Pueblo Cusco contaba con 15 camas de UCI. Es decir, solo 3 camas más que en el mes de abril.
De acuerdo con documentos internos del CDC, la brecha que se estimaba en la región era de 40 camas de UCI, 140 camas de hospitalización, 20 camas con ventiladores mecánicos y más de 400 recursos humanos entre los cuales estaban incluidos médicos intensivistas, cosa que no llegó a cumplirse.
El hospital Antonio Lorena de Cusco actualmente es una obra paralizada, es decir, un hospital completamente inoperativo que funciona a través de un pequeño hospital de contingencia, el cual es conocido en la región como el Hospital de Contingencia Antonio Lorena. Antiguamente este servicio de salud era conocido como Qhali Runa, que en idioma quechua significa “Hombre sano”, un pequeño centro médico que existe desde 2012 y que tenía previsto mantenerse operativo hasta el año 2014, año en el cual debía terminarse la obra del Hospital Antonio Lorena, sin embargo, debido a la paralización de la obra este centro médico ha seguido operando hasta este año, a pesar de la debilidad de sus estructuras y la falta de equipos médicos para la atención de diversas enfermedades. Durante la época de la pandemia por COVID-19 no recibió una gran cantidad de pacientes por la falta de equipamento, sin embargo, la obra finalizada del Hospital Antonio Lorena habría resultado de gran aporte para controlar la crisis sanitaria.
El hospital que sufrió los peores estragos de la pandemia fue el Hospital Regional del Cusco. Centro que estuvo en primera línea a la hora de recibir pacientes y que a lo largo del año sufrió de diversos colapsos. De acuerdo al Informe N° 2888-2020-CG/GRCU-SVC de la Contraloría General de la República publicado el 27 de abril de 2020, el Hospital Regional del Cusco no contaba con áreas críticas (UCI y UCIN) y emergencias diferenciadas para la atención de pacientes con COVID-19, tampoco tenían una sala de espera y una sala de aislamiento para posibles infectados. Además, la la UPSS cuidados intensivos y UPSS emergencia para pacientes con COVID-19 no contaban con el equipamiento biomédico mínimo completo, lo cual podía afectar la calidad de atención en el hospital. Asimismo, la Contraloría también logró reportar la reducción de personal de salud en 25,84%, dentro del marco de la Emergencia Sanitaria por el COVID – 19, lo cual podría haber tenido como resultado el limitar la prestación de servicios de salud en el hospital.
Testigo de estas carencias fue el periodista cusqueño Elio Suyo, quien reportó para la página de noticias virtual “El tiempo de la verdad” una protesta realizada por el personal médico del Hospital Regional del Cusco tras la llegada del ex presidente Martín Vizcarra a la región para la inauguración de un hospital temporal. Al igual que los trabajadores, Suyo declaraba que, dentro del Hospital Regional, cuya área se encuentra compartida con las oficinas de la DIRESA, se estaban tomando a inicios de año las pruebas rápidas de COVID-19 pero que estas eran limitadas, al igual que los distintos implementos médicos en el hospital.
“El sistema funciona así: ‘yo puedo atenderte y darte una cama UCI como médico, pero para poder recibir este tratamiento yo necesito que otro médico haya tomado la prueba de COVID y que el resultado sea positivo’, de otra forma no se le podía dar tratamiento. Sin pruebas, las personas no se podían atender, y el abastecimiento de estas ha sido limitado”, declaró.
De acuerdo a este testigo, una de las posibles salidas para mejorar la atención de los pacientes era el Hospital de Accamana, al cual a inicios de año se le había diseñado un plan para implementar un área de atención para pacientes con coronavirus con camas UCI. Sin embargo, lo que contaba Elio era que esa área no habría logrado su objetivo y habría terminado como un almacén, más no como un área de atención como se había prometido.
Cabe destacar que, en mayo de este año, otro reporte de la Contraloría habría denunciado que el expediente técnico de la nueva área de cuidados intensivos del Hospital de Accamana se habría aprobado con deficiencias. Además, dentro del informe se indicaba que la inversión por la construcción del área de implementación era de S/ 4 792 964. Por otro lado, en el plano de equipamiento que se trabajó se consignaba la instalación de 6 bombas de infusión mientras que en los términos de referencia y en el presupuesto de obra se colocó que se instalarían 48 de estos equipos. Lo cual terminaría sentenciando la nula capacidad de respuesta en este centro médico.
“La atención ha sido limitada. Por la falta de atención es cuando la gente ha empezado a atenderse ambulatoriamente utilizando la ivermectina, dióxido de cloro. Un sálvense quien pueda”, añadió Suyo.
Lamentablemente sus palabras fueron muy ciertas y la realidad de los pacientes con COVID-19 no fue la de una atención médica especializada, sino los tratamientos en casa y la automedicación. Tal fue el caso de Juan Roberto y Rosalyn, dos ciudadanos cusqueños que prefirieron ocultar su identidad antes de brindar sus declaraciones, ya que ellos, como muchos peruanos durante este año fueron víctimas del letal virus y tuvieron que realizar tratamientos ambulatorios o en casa para recuperarse.
“No pude atenderme porque el sistema de salud estaba recargado de gente, la atención no era buena por la falta de implementos así que decidí realizar mi tratamiento en casa ya que el hospital había colapsado”, narra Juan Roberto. Como se mencionaba anteriormente, para el mes de julio el Hospital Regional había superado su límite de atención por lo que muchos tuvieron que buscar otras alternativas para atenderse.
“En Cusco el sistema de salud es pésimo, yo me traté en casa con los antibióticos (ivermectina) y con dióxido de cloro, también compré oxígeno. Me fue muy difícil de conseguir el oxígeno porque era muy costoso”, cuenta Rosalyn, quien tuvo que recurrir a la automedicación para enfrentar la enfermedad.
Esa fue la cruda realidad que algunos tuvieron que enfrentar para vencer el COVID-19. Lamentablemente no muchos tuvieron la oportunidad de narrar su lucha como Juan Roberto y Rosalyn, porque podrían encontrarse en la cifra de fallecidos por la temible enfermedad. La salud es un derecho del que deberíamos gozar todos los peruanos y esta pandemia ha logrado sacar a la luz lo poco preparados que se encontraban los hospitales de nuestro país para la atención de una magna cantidad de pacientes enfermos.