La COP25 ha terminado sin mucho que felicitar ni agradecer. Desde un punto de vista pesimista solo ha servido de punto de reunión para que los mandatarios atiendan a un cóctel que los aleje de sus responsabilidades locales. Ahora se entiende porqué Greta Thunberg se enoja fácilmente sobre la indecisión y falta de capacidad que tienen los mandatarios sobre una crisis ambiental.
Ya que, mientras las discusiones políticas se ciñen a determinar que si el cambio climático es real o no, los efectos los vivimos en países lejos del hemisferio norte son cada vez más abrumadores: veranos más calurosos, inviernos más fríos o viceversa. Los jóvenes protestan precisamente por el ejemplo que brindan los dueños del poder. Las manifestaciones alrededor del mundo son precisamente eso: una demostración de descontento popular hacia aquello que no es sino el inicio del cambio real.
Lo que quizás no están viendo muchos dirigentes es que el mundo aún está repleto de jóvenes. Distribuidos inequitativamente sobre el globo, pero existe una gran mayoría de gente joven que hoy reclama a viva voz por sus convicciones. Sea lo que apoyen, los mandatarios que buscan deslindarse de sus responsabilidades con reuniones como la COP25 que no logran más que acordar lo que ya habían acordado antes, deberían centrarse en esa gran masa joven que vota por ellos.
Tristemente, a la vista de los poderosos, los jóvenes no son más que los tontos útiles. Somos una fuerza de choque que pueden levantar para imponer nuevas normas, pero, lo cierto es que no será así por mucho tiempo. Tras el análisis de las recientes protestas y con la inmediatez con las que son recepcionadas a nivel mundial, ¿es posible que dejen de ser azuzados por otros y que el levantamiento sea por mérito propio?
Si bien estas últimas manifestaciones tienen un trasfondo político (por lo pronto en América Latina), a grandes rasgos, también hay quienes tras su descontento han decidido tomar las calles. Aquellos que han sabido echar de sus filas a los partidos cuyas banderolas quieren «sumarse» a su protesta. Nada vaticina llegar a buen puerto, y Greta Thunberg y la crisis climática solo son la punta del ice-berg, uno que se deshiela, por cierto.