Los peruanos vivimos secuestrados en nuestros hogares, en nuestro trabajo, en nuestra rutina de intentar salir a adelante en medio de una crisis mundial. Por otro lado, un Gran Hermano al que debemos rendirle pleitesía nos ha dicho mentiras tras mentiras y aún así, la mejor manera de remediar el problema, es aplaudiéndolo.
El señor Martín Vizcarra ha causado este daño en el país, más no solo le ha bastado secuestrarnos, sino que su afán pseudo dictatorial lo ha llevado a la locura de hacerle creer a los secuestrados que somos culpables de intentar sobrevivir. Estimado lector, no nos es grato comunicarle que si usted pertenece a este grupo que felicita al actual mandatario, usted podría padecer de los siguientes síntomas:
- Sentimientos benevolentes. La persona va adquiriendo sentimientos de comprensión, así como lazos afectivos con su secuestrador. Aplaudirlo, felicitarlo, considerar que la muerte de 30 mil peruanos no es razón suficiente para ser crítico es una muestra clara de dicho comportamiento.
- Justifica al secuestrador. Aprueba que usted sea considerado un delincuente por el gobierno y que una suerte de publicidad mercenaria le diga que usted y solo usted es “cómplice” de una situación tan trágica como lo es una enfermedad. Si responde afirmativamente a este malestar, déjeme recordarle que dicha situación se cataloga como discriminación.
- Permanencia de los sentimientos. Si aún a pesar de los muertos, sumando audios, compra de tablets fantasmas que provocaron la deserción escolar, compras sobrevaluadas, favores amicales, maltrato público a la figura de su esposa, hospitales en estados de emergencia, personal médico mal remunerado e infectado, entre otras ‘joyitas’ de este gobierno, usted aún cree que es el mejor presidente del Perú, lamento decirle que necesita visitar un médico psiquiatra.
Estará de acuerdo, estimado lector, que la neutralidad no significa dejar pasar los errores, sino exponerlos para que sean corregidos. Este pequeño diario en su búsqueda por ser neutral tiene por labor exponer y fiscalizar como la buena prensa debe hacer, a los gobiernos de turno, sea cual sea el color de su partido o, en su defecto, la ausencia del mismo.
No. No tiene porque ser el periodismo una suerte de oficina de relaciones públicas que busque insertar mensajes subliminales a la sociedad. Lamentablemente aún en su amplia mayoría, algunos lo son y para ello no hay remedios. Le sugerimos, en vista de la triste realidad, que si usted es uno de los que cree padecer este síndrome, visite diversas fuentes de información. A veces puede gustarle o no lo que otros digan, pero esto le ayudará a formar un juicio crítico y liberarse de su secuestrador.